13 marzo, 2006

Los Transplantados

La tarde del sábado once de marzo no tuvo ninguna importancia para los parisinos, como todos los sábados, hicieron la fila para entrar al cine o algún otro espectáculo, cenaron en restaurantes y tomaron un poco de aire frío.

Pero París no es solo parisinos, y habían otros seres que por más que lo quisieran no podían pasar tranquilos esta “soirée”. Los “chilenos” (es esta condición lo único en común), más o menos nostálgicamente pensaban en lo que, a la misma hora, pasaba por allá por sus tierras. Contándome yo entre estos personajes, me vi arrastrada a dos eventos que para este día se habían organizado por las comunidades locales de “inmigrantes y ex exiliados”.

A las tres de la tarde viajaba en un tren, rumbo al otro extremo de los suburbios para asistir al primero de estos encuentros, este viaje, al igual que muchos otros cuando de suburbios se trata, fue muy difícil: retraso de los trenes, paradas más que frecuentes, lentitud innata, el bus que no llegaba, el frío que arreciaba malintencionadamente... etc. Aun así, nuestra inocente esperanza no decayó, esperamos lo que había que esperar, caminamos lo que había que caminar, y llegamos. Entonces comenzó realmente el viaje.

Entramos, no en una reunión, ni social, ni política ni cultural, sino en una parte de Chile, la “fea”, la del barrio, la de la cumbia y la comida picante, había una mesa con una familia ebria y ruidosa, niños que gritaban, gente que entraba y salía sin prestar ninguna atención al “espectáculo”, bailarines que no bailaban, largos e infructuosos discursos y un poeta enamorado del hecho de ser poeta (y con cuatro libros publicados), todo esto en un local que le terminaba de crear el ambiente de “kermesse de club deportivo”.

Bastará decir que salimos muy pronto de ahí, más que por voluntad propia, por obligación, era una prueba para los nervios y la paciencia que no era el lugar ni el momento de enfrentar. La decepción nos llenó, las filas mermaron, el frío era el mismo, pero aún así decidimos trasladarnos a la reunión número dos.

En pleno centro de París, quartier Bastille, el centro del carrete nocturno parisino, en una sala a la altura del ambiente, nos esperaba la otra parte de Chile: la gente linda, los del colegio privado, los que se conocen de toda la vida, los que están acá porque han elegido estarlo, los cultos, los artistas...

El espectáculo: uno de los grupos más prestigiosos del país, jóvenes actores que se integran a la “comunidad” y... el mismo poeta de la otra reunión, claro que con una chaqueta adecuada y más peinado, ¡como no!.

(epílogo... La sensación de no pertenencia es casi la misma, que antes. Los unos y los otros se ignoran, se desconocen, se miran con recelo cuando se cruzan en el camino, y yo, yo me quedo en la orilla y los miro pasar.)

3 Comments:

Blogger Chepita Monroe said...

yo fui al primero
y me dio pena que me cobraran 3 euros por una empanada.
No fui al segundo, menos mal

marzo 25, 2006  
Blogger Beatriz said...

querida amiga:
supongo que es algo demasiado imposible querer sentirse en casa por estos lares, y con eso me refiero al mundo ancho y ajeno. Ahora estoy vagando por tu ciudad del otro polo, Santiago. y tampoco pertenezco a este lugar, supongo que eso debe quitar algo de emoción en el vagabundear, por que hay menos que esperar, la certeza de que nada será ni muy igual, ni muy diferente. Pronto estaré por los caminos que ahora leo en tus letras, no buscando, sólo conociendo nuevos cristales, nuevas ventanas, nuevas fotografías, y otras letras. Espero que nos encontremos.

marzo 29, 2006  
Blogger Gabriela said...

muy querida, qué puedo decir, en el camino que sea, siempre, nos encontraremos.

marzo 30, 2006  

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