28 febrero, 2007

Luminosa

Para terminar el ciclo de loas a Levrero, con ustedes... ¡Levrero!

¡Alto Ahí! ¿Quiere usted hacernos creer que va a hablarnos de experiencias luminosas, místicas, espirituales, y solo nos ha hablado de mujeres, de destrucción, de alcohol, de prostitutas? ¡Solo está faltando la droga! A ver, esbirros, llévense a este miserable, entiérrenlo en la mazmorra más infecta.

Viejitas con tapados verde oscuro me dan paraguazos en la cabeza. Se oye el redoble de un tambor. Multitud de madres, con sus criaturas en brazos, con los ojos llorosos, forman silenciosamente con sus labios las letras de una maldición. La hoguera ya está pronta. Mientras mi cuerpo arde resignadamente, pienso: “No han tenido paciencia, ni curiosidad. Si hubieran seguido leyendo…”. Y elevo los ojos al cielo, y quiero exclamar piadosamente: “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”, pero un último hálito de consciencia me hace gritar: “¡Hijos de puta! ¡Hijos de una gran puta!”.


M. Levrero: La Novela Luminosa. Alfaguara: Uruguay 2005

23 febrero, 2007

Gracias a una paloma muerta

Bueno sí, la cosa es que demasiadas lecturas y reflexiones al respecto me llevaron a la falsa conclusión de que el yo no tenía futuro en este mundo, la única solución para la escritura era “entrar en personaje”. De esta ambigüedad, los blogs en general eran la prueba flagrante: páginas y páginas, bytes y más bytes rebosantes de ego no correspondido y de reflexiones profundas sobre lo de siempre, lo de todos y lo de todos los días.

Pero, el pero es que, igualmente, escribir regularmente un “blog” me parecía, y me parece, una experiencia narrativa interesante, sobre todo para gente floja como yo que necesita ser obligada a escribir, aunque sea por presiones virtuales.

Entonces, como superar el punto muerto, entre no querer construir un personaje (no poder en realidad) y no querer transformarme en otro ego esponjoso y baboso.

Ahí estaba el asunto; el señor Levrero y su Novela Luminosa, me permitieron leer una verdadera escritura del yo, y así darme cuenta que gran parte de lo que circula en virtual y en papel, no son realmente primeras personas del singular, sino egos, ¡qué no es lo mismo!.

Ahora debería explayarme sobre que es un verdadero yo-escritor, pero eso significaría que esto quedase más largo de lo debido; y la precisión de la forma es uno de mis más caros principios, así es que lo dejo para después.


reloading

gracias a la lectura de Mario Levrero es que insisto en este artificio.